martes, 30 de abril de 2019

«No hay dolor más grande que perder a un hijo»

La asociación Por Ellos, formada por más de un centenar de madres y padres que han perdido a un hijo joven, cumple una década ayudando a las familias que tienen que vivir la misma tragedia H Cada año fallecen en la región un centenar de menores de 30 años



                                                                                                                                            
Duele solo imaginarlo. Solo escucharlo. Solo asomarse de puntillas a una realidad que cada año tienen que afrontar decenas de familias extremeñas.


Apenas tenía 25 años cuando Jaime falleció. Un cáncer, un linfoma de Hodgkin, solo le dio siete meses de tregua. Siete meses de lucha incansable de un joven deportista, fuerte y alegre que acabaron como nadie quería. «Se murió una noche en casa, en mis brazos. Dos días antes habíamos ido al hospital, no pudieron ponerle la quimio porque tenía fiebre; el médico nos dijo que nos tranquilizáramos un poco, que el proceso sería largo pero nadie nos dijo que se moriría», cuenta su madre, Grego Rodríguez. Pero sucedió. Ocurrió el 22 de enero del 2011. Y ese mismo día la vida de Grego y la de su marido cambió radicalmente. «Me tomaba una pastilla para dormir y cuando me despertaba me tomaba otra, no quería vivir, no me importaba nada ni nadie. Me olvidé de mi otro hijo por completo, hoy sé que le fallé durante mucho tiempo y suena duro pero es la verdad: no me importaba si estaba en casa o no».


Poco a poco comenzó a comprender que eso era lo más fácil, que quedarse en la cama, abstraerse del mundo y hartarse de pastillas era la forma más cómoda de tratar ese intenso dolor y consiguió armarse del valor suficiente para buscar ayuda en un grupo de padres que ya habían pasado por lo mismo.

«Buscar ayuda era vivir»

«Vieron en el periódico que había fallecido un chico joven y dejaron una tarjeta en el tanatorio. Mi marido y mi hermana pensaron que sería bueno, llamaron un día pero me negué a ir. Yo no quería vivir. Buscar ayuda significaba vivir y yo no quería vivir», recuerda. Tardó ocho meses en acudir a una primera reunión de aquel grupo de padres. «Lo hice por mi marido, yo estaba rota y él también necesitaba ayuda, así que fui por él». Los primeros días se hartaba de llorar en esos encuentros y pensó que para eso mejor lloraba sola en su casa. Pero se esforzó, «hay que poner mucho empeño», y aquellos padres se convirtieron en un puntal, en una nueva familia. «Los primeros que me atendieron son como hermanos para mí». Ahora, más de ocho años después de la muerte de Jaime, Grego y su marido son los primeros dispuestos a tender la mano a quienes pasan por la misma situación.

Ella es ahora la voz que descuelga a diario el teléfono de la asociación Por Ellos Extremadura, un colectivo formado por más de un centenar de padres y madres que han perdido a un hijo joven y que se creó hace ahora una década precisamente por ellos, por todos aquellos que han fallecido cuando no les tocaba, cuando aún tenían tanta vida por delante, cuando nadie se lo esperaba dejando una herida eterna en sus progenitores.

Accidentes, suicidios...

Todos comparten el mismo dolor que deja esa ausencia –la mayoría de los fallecidos tenían entre 17 y 30 años, aunque también hay caso de niños– y entre todos se sostienen, entre los que llevan años conviviendo con la pérdida y entre los que desgraciadamente se van sumando. Porque cada año cerca de un centenar de niños y jóvenes pierden la vida en la región en distinas circunstancias. «Tenemos casos de enfermedades, de muerte súbita, de accidentes de tráfico, suicidios...». En el 2017, según el Instituto Nacional de Estadística, fallecieron 98 extremeños menores de 30 años, 43 de ellos no superaban los 15.

Intentar mitigar tanto dolor no es fácil, pero en ocasiones basta con escuchar y dar cariño. «Nos pasamos el día abrazándonos; no hay otro remedio, los abrazos dados con sentimiento curan, curan mucho», dice Grego. «Lo que ofrecemos es básicamente acogida, nadie está preparado para enfrentarse a la muerte de un hijo, ni siquiera con ayuda profesional. Porque esto no es teoría, es vivirlo. Los padres vienen perdidos y lo que necesitan es sentirse acompañados, escuchados, comprendidos... sin reproches y con la libertad de decir todo lo que se te venga a la boca... que se den cuenta que no se están volviendo locos, que lo que sienten es lo que hemos sentido todos: la pérdida más grande del mundo. Y que todos estamos pasando por lo mismo, porque esto nunca se pasa. La vida se te rompe por completo, tienes que constuirte una nueva y eso es muy difícil. No hay dolor más grande que perder a un hijo y nadie puede comprenderte mejor que quien ha pasado por ello».

Encuentros, charlas, libros...

La mayoría de los padres asociados se reúnen todos los meses en Mérida en un local cedido por la asociación vecinal Montealto, «que por desgracia ya nos viene pequeño porque esto no para de crecer, por eso necesitamos uno nuevo». Pero cada mes es demasiado tiempo cuando se está viviendo «el dolor más grande del mundo, sobre todo en los primeros meses o en crisis que pueden aparecer por mil temas». Por eso, se juntan también todas las semanas grupos más reducidos en otros puntos de la región. En Badajoz hay encuentro todos los martes en un local cedido por la Fundación Dolores Vaz durante dos horas que a veces se quedan demasiado cortas, por eso también solicitan ayuda para poder tener allí una sede propia que no limite su actividad y además contar con ayuda psicológica al menos en momentos puntuales. En Villanueva de la Serena también hay otro grupo semanal que se cita en un local concedido por la Diputación de Badajoz. Y en la provincia de Cáceres todavía no tienen ninguna sede aunque sí familias asociadas. «Nos encantaría tener algo porque tenemos padres de la provincia pero para montar algo necesitamos gente más implicada; esto lleva mucho trabajo y hasta ahora no ha sido posible». Cuenta Grego que han contactado con la asociación hasta padres de Madrid que estarían dispuestos a deplazarse a Cáceres.

En cada uno de los encuentros basta con escuchar y dar cariño. Pero el colectivo también realiza diversas actividades y se refugia mucho en los libros. «Tenemos una biblioteca que hemos comprado nosotros con libros de duelo y ayuda y buscamos cooperación de profesionales que voluntariamente –porque no contamos con ningún tipo de ayuda económica– quieran ofrecernos charlas: hemos tenido psicólogos, psiquiátras, médicos de familia, alergólogos, teólogos...». La próxima será a cargo del Teléfono de la Esperanza.

También realizan viajes culturales por la región, celebran comidas, una convivencia en el campo cada mes de mayo y tienen varios proyectos en mente. «Uno de ellos se llama Levantar el vuelo y se trataría de reunir a un grupo de padres y pasar un fin de semana completo juntos para compartir vivencias y sentimientos». «Porque hablar ayuda mucho. Nuestro tema de conversación favorito son nuestros hijos, hablamos mucho de ellos, tanto que prácticamente los conozco a todos a través de los relatos de sus padres».

Aunque comparten el dolor de la pérdida, detrás de cada familia hay un desconsuelo particular. «Últimamente nos están entrando varios más casos de suicidios; es muy complicado porque no es lo mismo el impacto de una muerte repentina que ver sufrir a tu hijo durante meses con una enfermerdad larga. El dolor por la muerte acaba siendo el mismo pero en ocasiones hay otros condicionantes detrás, sentimientos de culpabilidad... Por eso se intenta acudir a aquellos padres más veteranos en cada una de las casuísticas, que por desgracia tenemos varios de cada», explica.

El décimo aniversario

La asociación Por Ellos la creó en el 2009 una madre de Esparragalejo, Maribel Cortés, tras perder a su hijo de 17 de años en un accidente de tráfico. «Como nos pasa a todos, se volvió loca, no sabía a donde acudir y pensó que de aquella situación podría salir algo; empezó a contactar con otros padres en su situación y ya somos muchos». Algunos de ellos pagan una cuota anual de 20 euros con la que celebran encuentros o realizan viajes, pero no es necesario estar asociado y pagar para tener el cobijo de estos padres. «Hay socios fijos y luego gente que acude a nosotros simplemente cuando lo necesitan o en determinados momentos que son especiales».

Como hiciera Maribel en su día, el grupo de padres veteranos intenta que los nuevos que van llegando a la asociación se encuentren con algo, «que no falte el apoyo que echó de menos Maribel cuando llegue ese momento». Porque nadie piensa que algo así le puede pasar, «pero nadie está a salvo», recuerda. «Y nunca se está preparado ni tampoco te vacuna. Tenemos padres que están afrontando incluso una segunda pérdida».

«La asociación es mi cura»

Para Grego, «la asociación me está curando poco a poco; ellos son la nueva familia que he elegido, la que necesito en estos momentos. He pasado por multitud de profesionales pero no hay nadie mejor que pueda entender por lo que estoy pasando».

Ocho años y tres meses después de la muerte de su hijo Jaime, Grego es ahora la que intenta ayudar a todos aquellos que, como le ocurrió a ella, creen que lo más fácil para soportar tanto dolor es quedarse en la cama, tomarse una pastilla tras otra y dejar de vivir. «Nunca superarás la muerte un hijo, nunca tendrás la vida de antes por mucho que lo ansíes, ni serás la misma persona, pero se puede seguir viviendo de otra manera: valorando cosas a las que antes no le dabas valor, aprendiendo a que los recuerdos bonitos superen a los malos, a tenerle de otro modo, a apreciar los 25 maravillosos años que él me regaló y que nadie me quitará nunca... Para mí Jaime no se ha ido».

Grupo de padres de la Asociación


Periodico Extremadura
Guadalupe Moral 28/04/2019

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